El jardín de las rosas azules
  YO CREO EN DIOS...
 


Yo creo en Dios -le dije-,
y me miró asombrado,
con su carita sucia,
con su carita triste.

¿Quién es Dios? -me preguntó-,
¿tu lo conoces?, ¿le has visto?
¡Claro!, -le digo-,
¿acaso tú no, siendo a penas un niño?

Míralo en el azul del cielo,
en las brillantes estrellas,
en la mano de un amigo
y hasta en las flores más bellas.

En el susurro del viento,
en el arrullo del mar,
en el verde de los bosques
... ¡y en el amor de mamá!

Y con tristeza infinita
me dijo muy despacito:

Mi cielo es muy oscuro,
jamás he visto las estrellas;
amigos... no tengo ninguno,
y de las flores... no sé de ellas.

El viento es sólo borrasca
y tormenta en vez de mar.
Están talados mis bosques,
y de mi madre... no sé ya más.

Apenada por su suerte
le dí mi mano y le dije:
-No mires más tu pasado
que es tan oscuro y tan triste.

-Olvida ya tu dolor
que Dios te está esperando,
ahora siente su amor
y camina de su mano-.

Una luz en su mirada
me dice que me ha escuchado:
-Desde hoy buscaré a Dios- me dijo,
en el lugar apropiado-.

Y saca de entre sus ropas,
basura y... sustancias raras,
de esas que intoxican el cuerpo
y envenenan el alma.

Como si eso le quemara,
arroja al fín su pasado,
se sacude sus manitas y dice:
-Estaba yo equivocado-.

Voltea su carita al cielo,
hacia las nubes mirando,
ansioso, buscando algo,
y se aleja murmurando:

-Dios, Dios, ¿estás ahí?-
y eleva sus manitas.
-Dios, ¿me escuchas?
aquí estoy, por favor,
ya ven por mí-.

Mayo de 1995

 
   
 
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