Preciosa doncella de mirada pura,
cubrías tu cuerpo mas no tu dulzura,
sembrabas mil flores entre piedras duras,
mas de sus durezas no tienes la culpa.

Bendita la monja que así se desnuda,
el alma descubre y esparce ternura,
mientras su cabeza el velo la cubre,
su sabiduría regala y sucumbe

ante las delicias del saber. La cumbre
toca con los dedos que a escribir dedica
lo que le ha dictado su mente tan rica.

Prodigiosa niña, tu saber ofende
a los grandes sabios que de amor no entienden.
Estaban celosos de la competencia
que cita te dieron para ver tu ciencia.

Pobres ignorantes, marchitos y oscuros,
no entienden nada de sentimientos puros,
y cual rosa fresca enmedio del lodo,
diste la respuesta, lo supiste todo.

Mas no te preguntaron nada sobre Amor,
(porque no tiene forma ni tiene color)
sólo preguntaron lo que ya sabían
y siempre ignoraron lo que no entendían,

pues tu entendimiento iba aún más lejos
de lo que sabían esos pobres viejos.
Amigos tenías que pronto te hirieron
con la peor traición. Las trampas tendieron
a tu hermoso, noble y valiente corazón.

"Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón".

Por decir verdades fuiste condenada,
no te perdonaron se Mujer y Sabia,
¿o acaso tu pecado fué darles amor?

"Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón".

¿Recuerdas a Jesús? También lo condenaron,
no tener pecado, no le perdonaron
y de más fiel amigo recibió traición.

Amada Sor Juana, sensible poeta,
tu herencia bendita han sido tus letras.
¿Cómo no sentir el encanto divino
al leer tu loa "El Divino Narciso"?

o bien tus poemas, sonetos o liras,
sátiras, romances y tus redondillas,
comedias, sainetes y tu prosa fina
que escribió tu mano; ¡Oh monja divina!

Dejaste un vacío que nadie lo llena,
tu amor, tu belleza, tu imagen serena,
tu nombre. ¡Oh Sor Juana Inés de la Cruz,
no habrá jamás nadie igual como tú!