A una rosa presumida
de su belleza sin igual,
que en pétalos resumida
tenía su gloria y majestad.
Rozagante en la mañana,
triste y marchita en la tarde,
comprendió arrogancia vana
de que presume y no sabe.
Tu hermosura yo admiraba,
tu fragancia y lozanía.
Pero nunca te envidiaba.
Eras flor de un solo día.
Me mirabas vanidosa,
pobre, pobre rosa mía,
sin pensar que presuntuosa
tu belleza consumías.
|